Fumar disminuye la eficacia de algunos fármacos para enfermedades psíquicas

El Servet tiene una unidad de deshabituación tabáquica para pacientes psiquiátricos. El 90% de los esquizofrénicos son fumadores, muchos de más de dos cajetillas diarias.
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LARA COTERA. Zaragoza | Mucha gente no lo sabe, pero el tabaco, sobre todo a grandes dosis, disminuye el efecto de muchos fármacos. Ocurre con algunos de los que se usan para la esquizofrenia, pero también en ciertos antidepresivos. Lo que ocurre es que la nicotina aumenta la actividad detoxificadora del hígado, y esto minimiza el efecto farmacológico.

Los pacientes lo saben, y notan que su alianza con los cigarrillos les hace menos vulnerables a la medicación. Por ejemplo, el 90% de los esquizofrénicos fuman, y la mayoría consumen más de dos paquetes diarios. Por eso, aunque muchos caen en esta adicción porque les tranquiliza (algo que no es baladí si se tiene en cuenta que suelen sufrir depresiones u otras alteraciones), hay que tener en cuenta que algunos la usan como 'arma' para zafarse de los efectos de la medicación. Como consecuencia, están peor controlados y, además, aumentan sus factores de riesgo cardiovascular.

No obstante, las plantas de psiquiatría son las únicas de los hospitales en las que todavía se permite fumar, y existe cierta indulgencia, lógica por otra parte, con estas personas.

En Aragón, el Hospital Miguel Servet creó hace un par de años la única unidad de deshabituación tabáquica específica para pacientes psiquiátricos de la Comunidad y una de las pocas que existen en España. Este equipo, coordinado por los psiquiatras Javier García Campayo y Natalia Sobradiel, ha tratado a unos 100 pacientes en este tiempo.

El porcentaje de éxito es algo menor que en la población no psiquiátrica (han dejado de fumar un 25% frente al 35% que lo hace en una consulta de este tipo pero sin un problema de salud mental), pero el doctor García Campayo valora la iniciativa como exitosa.

"Un 70% son mujeres, que hasta en esto denotan ser más responsables con su salud, y los pacientes tienen entre 30 y 50 años", concreta este psiquiatra. "Muchos dicen que dejar el hábito les ha ayudado mucho en otras facetas de su vida. Al ver que pueden desengancharse, su autoestima, algo baja en estos enfermos, crece y les ayuda como patrón de comportamiento. Si han sido capaces de superar esto, podrán con muchas otras cosas", dice.

Hay varios factores que influyen en esta decisión, para bien o para mal. Por una parte, la esperanza de vida de estos pacientes suele ser unos 10 años menor que la de la población general, por lo que dejar el tabaco es ganarle puntos a una muerte anticipada.

Sin embargo, es frecuente que los pacientes con ansiedad y depresión sientan que recaerán más fácilmente en su enfermedad de base si no se ayudan del tabaco cada día. Los estudios muestran que, efectivamente, recaen más fácilmente que los que siguen fumando (en los dos primeros años), pero con un seguimiento asistencial adecuado, esto puede evitarse.

Por otra parte, los propios profesionales de la medicina ven, muchas veces, la adicción como algo menor dentro de, por ejemplo, la esquizofrenia. A veces, incluso existe la sensación de que prohibir fumar en las unidades de psiquiatría aumentaría el nivel de agresividad o violencia de los pacientes, algo "totalmente falso", según los psiquiatras.
Un hábito estigmatizado

Javier García Campayo, que junto a la doctora Sobradiel han escrito el libro "Psiquiatría y tabaco", que verá la luz en el primer trimestre de 2008, alega más motivos para abordar a fondo este tema.

Por ejemplo, que desde la entrada en vigor de la llamada Ley del Tabaco, ha disminuido el número de fumadores. "Y los que siguen con la adicción son cada vez peor vistos", añade.

En lugares como California, donde hay intensas campañas de deshabituación desde hace años, las tasas de tabaquismo se acercan al 20% y se considera que muchos de los que aún son fumadores tienen problemas de tipo psicológico. Si esto sucediese aquí, al final, el hecho de ser fumador sería una característica con fuerte poder estigmatizador